¿Cuántas veces le dices a Dios que él es el primero en tu vida; pero luego, al final de tu día, te das cuenta de que lo has dejado justo en el último lugar?
En uno u otro momento de nuestras vidas, todos (y el que esté libre de este pecado, que lance la primera piedra) hemos cometido el error de planear todo nuestro día (o incluso, ni siquiera planearlo), pero resulta que al fin de cuentas nos topamos con la triste y vergonzosa realidad de que hemos dejado a nuestro Señor fuera de nuestra agenda personal; o simplemente, solo le hemos dado las migajas de nuestro tiempo.
Y luego, nos preguntamos por qué las cosas no nos salieron bien, como esperábamos. Es que, tal como sembramos, así mismo cosecharemos (Gálatas 6:7).
En ocasiones, en medio del agetreo de nuestro complicado día (el cual se nos complica precisamente por dejar a Dios a un lado) sentimos y oímos de manera casi audible la voz de Dios, que nos llama a detenernos y apartar un tiempo a solas con él. Pero lastimosamente, aunque sabemos que él nos está hablando al respecto, tratamos de hacernos de "oídos sordos" y por eso seguimos "afanados y turbados" (Lucas 10:41).
Pues precisamente de este tema trata este ameno y a la vez, profundo mensaje que nos deja la dramatización de este video.
"Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabraPero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude.Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada."